Desde Nabi Consulting en un mes caracterizado por la reflexión, en la presente entrada proponemos la
integración de la visión del ser humano desde la antropología filosófica como una
cuestión que viene retomando el protagonismo, en un tiempo en que la pregunta
elemental de la humanidad sobre el significado del hombre pareciera diluirse en
medio del hacer de las personas ¿Qué importancia tiene preguntarse sobre quién
soy o somos?, ¿Qué es el ser humano y qué lo compone?, ¿Acaso vale la pena
debatir sobre la visión antropológica del ser humano?, y si se debate ¿cuál
visión resulta más pertinente: el ser humano es sólo materia, o es cuerpo
(materia) y alma (mente), o es tripartito, cuerpo, alma y espíritu?. Y si por
casualidad se entra en estas discusiones, sus respuestas, ¿deberían ser
pertinentes tenerlas en cuenta al diseñar políticas públicas, especialmente
educativas?, más aún, ¿favorecería la educación en entornos no escolarizados como
el sistema penitenciario y carcelario?
Las
discusiones sobre esas preguntas han sido relegadas a lugares insignificantes
dentro de las posturas sobre la eficiencia, la eficacia, el bienestar del
hombre, modelos de calidad u otras similares, centrándose en lo que puede o
debe alcanzar el ser humano para su realización personal, y dejando de lado qué
es él, con posturas como la de Freud, Marx, Nietzsche, entre otros muchos, se considera
que la mirada del núcleo central del ser humano se sencillamente un asunto de
la religión y que su discusión en el siglo XXI puede resultar hasta ofensivo.
La
ofensa actual no se da tanto entre si existe o no Dios, en aras de la defensa
de los derechos humanos la libertad religiosa es un derecho humano protegido y
se asume que cada quien es libre de practicar o no la religión que quiera, pero
la discusión elemental que se presenta entre ser humano o no ser humano (Sanna, 2008) por lo que urge una
claridad antropológica que transcienda el diálogo cultural y recupere la
identidad del humano.
Los
contenidos antropológicos que han trascendido se han centrado en comprender la
vida humana desde un monismo o un dualismo espiritualista. Diversos escritos de
autores como Leonardo Polo (2011) dan cuenta de
diferentes reflexiones filosóficas sobre el ser humano, pero usualmente
enmarcándolo desde un ser compuesto por dos sustancias; incluso los clásicos
Sócrates, Platón, Aristóteles sostuvieron un ser humano compuesto con cuerpo y
alma. Pasando a la edad medida donde el giro de las discusiones incluyó en las
discusiones a Dios, la visión se mantuvo entre un ser creado a su imagen y
semejanza con cuerpo y alma, está última con trascendencia libre e inmortal,
pero manteniéndose la idea de dos sustancias. En la edad moderna Descartes
agrego la conciencia del hombre pero como parte de la pura razón, agregándole
al modo cartesiano de observar al ser humano un valor a las dos realidades,
pero a ello, Kant le otorga a esa conciencia un valor moral y único que posee
el ser humano, cuya práctica se establece en la propia razón, es decir, la
libertad del ser humano se somete a una leyes morales que se dan dentro de la
misma razón que trasciende en el alma humana, manteniendo con ello a la persona
en dos dimensiones: cuerpo y alma. Los contemporáneos amplían en diversidad de
corrientes la visión sobre el ser humano, radicalizando posturas que vienen de
la edad media, pero también generan una posición materialista del ser humano,
mostrándolo como un acontecer de lo que tiene y consigue, negando cualquier
vestigio que lo presente como un ser espiritual, donde la teoría de la
evolución de Darwin, convierte al humano en una especie indeterminada y con
libertad pura, cayendo en un relativismo ético; el cual se refuerza en las
corrientes personalistas de tratarlo en relación con los demás, determinado
para un fin, pero sin un medio, dejando la discusión del ser humano entre un
monismo o dualismo.
El
monismo muestra a un ser humano simple, cuya diferencia esencial con los
animales se ve perfeccionada por la evolución de resultados genéticos, producto
de formas mejoradas en cuanto a pensamiento, pero cuyo resultado es una visual
mecánica de todo el ser; es decir, se podría observar, que bajo está visual el
ser humano es una materia natural superior a las demás especies del mundo. La otra corriente del dualismo no desconoce
la existencia evidente de un cuerpo, pero le suma además de la notable
diferencia de los cuerpos en las diferentes formas de la naturaleza, el hecho
que el ser humano posee un alma, que algunos catalogan espiritual, y la cual
hace que lo diferencie notablemente del resto de las especies; con ello el ser
humano se reafirma como lo mencionaban los clásicos como cuerpo-alma.
Al
sumarse a esas posiciones antropológicas las enseñanzas de la Iglesia, las
reflexiones en los diferentes escritos resaltan la posición Aristotélica del
ser humano. Tomás de Aquino, entre otros, muestran al ser humano compuesto por
materia y por alma, la cual es presentada como la esencia misma; siendo estos
dos componentes inseparables. Por ello, un pensamiento arraigado es ver un alma
trascedente y cuya reflexión sobre su conciencia se da desde escenarios de la
fenomenología espiritual, expuesta por autores como Hegel (Llanos, 1991) , que sumado a otros representantes muestra
un interés patrístico del ser humano.
Sin
embargo, la discusión entre monismo y dualismo merece una tercera visión que
podría denominarse truopimismo o trialismo, lo cual es una propuesta que no
desconoce la composición ni del cuerpo ni del alma, pero que si le incorpora un
tercer componente que es el espíritu como real esencia del ser humano; por lo
tanto, el ser humano es compuesto por cuerpo-alma-espíritu desde su misma
naturaleza y trascendencia. Está propuesta sobre lo que denomino el trialismo
se fundamenta desde la concepción del origen de la vida del creacionismo y bajo
una visión judeo-cristiana del hombre, la cual en si misma no desconoce el
dualismo (cuerpo-alma) del ser humano, sino que también reconoce la libertad
del hombre y su trascendencia, algo que Leonardo Polo (2009) presenta como un
enfoque filosófico “novedoso” que denominará antropología trascendental, el
cual es un contrapeso al sustancialismo antiguo y subjetivismo moderno. Pero,
aunque se reconoce ello, realmente el comienzo del fundamento de lo que
propongo como trialismo parte de lo que se expresa en el mismo libro del
Génesis en su primer capítulo, en el versículo 27: “Así que Dios creó a los seres
humanos a su propia imagen. A imagen
de Dios los creó; hombre y mujer los creó”[1].
Ese
sólo texto no muestra un argumento sobre lo que he denominado el trialismo del
ser humano, un solo versículo no es suficiente para mostrar una propuesta
antropológica, pero si es un punto de partida, especialmente porque al resaltar
que el ser humano está hecho a imagen de Dios, demuestra una de sus
características esenciales que presenta el apóstol en el evangelio de Juan
capítulo 4, versículo 24: “Dios es Espíritu, por eso todos los que
lo adoran deben hacerlo en espíritu
y verdad”. Al resaltar, ello el apóstol parece afirmar que en el ser humano
hay algo distinto de la división tradicional cuerpo-alma y es el espíritu del
hombre. De Lubac (1996) resalta que desde
la antigüedad del cristianismo el espíritu humano parece encontrarse con el
Espíritu de Dios en el ser humano, estando referido al pensamiento cristiano,
pero en varios casos asumidos como parte del alma humana; algo que al
remontarse al famoso dialogo entre Jesús y Nicodemo, un líder religioso judío
de los fariseos, comienza a desvanecerse o al menos a sembrar grandes dudas
sobre que el alma y espíritu son sinónimos o que el uno contiene al otro. El pasaje del evangelio de San Juan 3:1-9
muestra una de las conversaciones más famosas de la biblia[2]:
“Había
entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo. Este fue
de noche a visitar a Jesús. ―Rabí —le dijo—, sabemos que eres un maestro que ha
venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si
Dios no estuviera con él. ―De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo[3] no
puede ver el reino de Dios —dijo Jesús. ― ¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo
ya viejo? —preguntó Nicodemo—. ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el
vientre de su madre y volver a nacer? ―Yo te aseguro que quien no nazca de agua
y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió Jesús—. Lo
que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te
sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”. El viento
sopla por donde quiere, y lo oyes silbar, aunque ignoras de dónde viene y a
dónde va. Lo mismo pasa con todo el que nace del Espíritu. Nicodemo
replicó: ― ¿Cómo es posible que esto suceda?”
Es
importante resaltar que Nicodemo es un hombre versado en la palabra de Dios, su
nombre aparece en la lista exclusiva de los eruditos de la Torá, ha dedicado su
vida a la interpretación de la ley y en ese momento ocupaba uno de los escaños
de la corte suprema judía; se podría afirmar que es un distinguido filosofo del
sanedrín que tiene un alma completamente entregada a descifrar enigmas que
trascienden; por lo tanto, Nicodemo al igual que el resto de los seres humanos
posee un cuerpo y un alma, y en él un alma sabia.
Pero
antes de continuar con la famosa conversación, resulta importante mostrar
brevemente lo que contiene los otros dos componentes del ser humano. Desde los
clásicos se ve en el ser humano que la materia es el cuerpo y su forma el alma,
incluso los filósofos griegos, presentan el alma como principio vital. El
contenido del alma genera una serie de debates entre los filósofos de la
antigüedad y actuales, pero su coincidencia se da en que el alma no es material
ni está localizada en el organismo aunque está en el cuerpo; Araiza Fernández (2012)
muestra que el alma presenta tres grandes características una cognitiva, que
permite todo el desarrollo del pensamiento, una sensitiva, que incluye la
diversidad de emociones; y una que identifica la libertad del accionar humana,
que involucra la voluntad. San Agustín dirige sus reflexiones a la manera a la
que esa alma puede acceder a Dios, mostrándola como si tuviera grados de
actividad racional, sensitiva y de accionar superior, algo que Santo Tomás
también incluye; y filósofos como Kant y Hegel lo trabajan como aspectos
constitutivos y vitales del ser humano. El alma es un componente de los seres
vivos, en los animales se reconoce todos sus pensamientos, sentimientos y
voluntad como parte de su instinto; mientras que, en el ser humano, sin haber
un acuerdo único desde hace siglos por la psicología, filosofía o teología; se
identifica que el alma humana permite razonar, sentir y actuar.
Retomando
el famoso dialogo entre Nicodemo y Jesús, el primero se dirige al segundo
sabiendo que sus pensamientos del alma tienen el suficiente conocimiento
demostrado, en el siglo presente diríamos que tiene suficientes méritos
académicos; cumple con su actuar del alma, mejor que nadie la ley y también la
enseña; por ello comienza con lo que él ya sabe: “Rabí —le dijo—, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de
Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera
con él.” Juan 3:2; se esperaría una respuesta de Jesús mencionando la
sabiduría del alma de Nicodemo, sus esfuerzos nobles, los gestos sinceros y el
trabajo arduo que seguramente hace para la obra de Dios, y dando lo mejor de sí
para ganarse el reino de Dios, pero ¿cuál fue la respuesta de Jesús?, sencilla:
lo mejor de ti no basta, tus obras no funcionan, tus mejores esfuerzos carecen
de valor; a no ser que nazcas de nuevo, textualmente Jesús le dice: “De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de
Dios” Juan 3:4.
Pero
como cualquier ser humano, surge la pregunta: “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo? —preguntó Nicodemo—.
¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a
nacer?” Juan 3:4. Parece una broma, aunque a muchos les encantaría volver a
empezar de cero, con tantos quebrantos del alma y oportunidades que se han
perdido, pero la vida del hombre si tiene esa característica de la flecha del
tiempo que hablo Ilya Prigogine, es irreversible; Nicodemo atina al refutar y
mostrar la imposibilidad de volver al vientre materno, volver a nacer, el
comenzar de nuevo; su cuerpo y alma se han desarrollado lo suficiente,
desconocer ello, reevaluaría el planteamiento de Leonardo Polo (2006)
del hombre como proyecto, de la educación como parte fundamental del
crecimiento humano y del ser humano capaz de crecer; más aún devolverse a esa
etapa lo llevaría a contemplar nuevamente esa debilidad inherente al ser humano
que nace débil en cuerpo y alma pero que se va desarrollando. La pregunta es
válida, no tiene sentido ese nacimiento de nuevo y menos dentro de una
filosofía de ayúdate a ti mismo por las obras que haces, parece un buen chiste,
pero a Jesús le habla da la respuesta a su pregunta.
Esa
respuesta de Jesús es parte del argumento del presente ensayo: “Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios —respondió
Jesús—. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu.”. Jesús no está hablando
del cuerpo y el alma, esos dos componentes del ser humano ya vienen incluidos
desde el nacimiento, la expresión de nacer de “nuevo”, viene del griego “Anothen”,
que muestra una acción reiterada pero que requiere la fuente original para su
repetición, es decir, que viene del que lo hizo por primera vez, aquel que lo
hizo primero debe hacerlo de nuevo (Barnes, 1999, pág. 90) . La idea no
intentarlo de nuevo bajo las obras humanas, ni bajo el perfeccionamiento del
alma o el mejoramiento del cuerpo, la respuesta tiene que ver con el tercer
componente del ser humano, su espíritu.
Como
se mencionó anteriormente, Dios es Espíritu y su perfecta relación con el ser
humano se da por medio del espíritu. Nicodemo era un erudito del alma humana,
sus obras reflejaban el mejor conocimiento de la ley, trascendía siendo un
maestro de esa misma ley, su sacerdocio era notable y respetable; pero aun así
su espíritu no tenía vida. Nicodemo demuestra con ello, que sólo con el alma
humana, por más que se desarrolle en virtudes carece de la capacidad para tener
comunión con Dios, a menos que nazca del espíritu, porque lo que nace del
Espíritu es espíritu, y Jesús se lo reitera: “No
te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen
que nacer de nuevo”” Juan 3:7, es una afirmación total el tercer
componente del hombre, su espíritu, no vive sin que exista un nuevo nacimiento;
pero no es un nacimiento de cuerpo y alma, sino un nacimiento espiritual, como
los tres ejemplos relatados en el libro
de Hechos de los apóstoles: el de la conversión del eunuco etíope (Hechos
8:26-39), la conversión del capitán romano Cornelio (Hechos 10) y la más famosa
la de Saulo de Tarso, que vendría a convertirse en Pablo, y que incluso
eclesiásticamente, los católicos lo conmemoran como un evento similar a la
Epifanía o la Navidad.
Queda
por preguntarse, lo que el mismo Nicodemo y cualquier ser humano se preguntaría
sobre ese tercer componente: “¿Cómo es
posible que esto suceda?” Juan 3:9, pero Jesús se anticipa a la pregunta de
cualquier que hace buenas obras para Dios, diciéndole si acaso “[…] puedes explicar cómo las personas nacen
del Espíritu” Juan 3:8; sin mayores explicaciones; pero si se van a hacer
posteriormente, encontrando la respuesta por quien lo experimento, San Pablo y
también San Juan. Sorprendentemente no es por las obras que el alma humana
pueda hacer para Dios, la razón es sencilla, es para evitar la vanidad u
orgullo que cualquiera puede tener por lo que hace, por eso dice en la Carta
que el Apóstol Pablo escribe a los Efesios:
“La salvación no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que
ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo.” Efesios 2:9; no desconoce
en ningún momento que el ser humano está llamado para realizar buenas obras,
esto sin duda, vivifica el alma, pero no da vida al espíritu, porque lo que
nace del espíritu es espíritu, y las obras por más buenas que sean son del
segundo componente del ser humano, el alma.
Para
el que ser humano tripartito se desarrolle, con lo que he denominado trialismo,
es necesario que nazca del espíritu, y ese nacimiento sólo se da a través del
Espíritu, ¿cómo?, la respuesta la tiene el apóstol San Juan en su epístola “Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios […].” 1 Juan 5:1,
y ese creer no tiene que ver con el alma, aunque por medio de ella la activa,
sino tiene que ver con la fe, y San Pablo se lo explica a los Romanos de manera
exacta: “[…]Esta es la palabra de fe que
predicamos: que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en
tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque
con el corazón se cree para ser justificado, pero con la boca se confiesa para
ser salvo.” Romanos 10:8-10. Finalmente, vale la pena preguntarse si cabría
la posibilidad que alguien más pudiera otorgar ese nuevo nacimiento, y la
respuesta es sencilla, no; el mismo Pablo reitera en su carta a su discípulo
Timoteo: “Porque hay un solo Dios, y un
solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre […]” 1 Timoteo 2:5. Con todo esto, el ser tripartito cuerpo, alma y espíritu;
está llamado realmente a una visión que trascienda a su origen, a su esencia,
hacia Dios, un ser que va más allá del dualismo y desea el trialismo realmente
trascenderá desde su misma imagen con la que fue creado, por la misma
estructura que tiene el ser humano, espíritu para relacionarse con su creador,
alma para desarrollarse como persona y cuerpo para interactuar con la creación.
Pero
se vuelve a la pregunta original de está entrada, ¿está visión antropológica
tripartita del ser humano tiene algún interés en el diseño de las políticas
públicas que favorezcan la educación?, ¿tiene relevancia lo mencionado para
entornos como el sistema penitenciario?, personalmente estoy convencido que sí;
el planteamiento del ser humano trial, compuesto por cuerpo, alma y espíritu
resulta relevante para ayudar a hombres y mujeres para que se encuentren con el
Único capaz de saciar los infinitos anhelos del alma humana, nos abre al
encuentro con nuestro Creador y Padre, y mientras ello ocurre o lo encuentre,
seguirá incompleto, satisfaciendo dos de sus componentes, pero incompleto. La
educación, comenzando con la propia, la familiar y la de las instituciones
educativas, tienen el deber de abrir nuevas puertas de acceso a las personas de
nuestro tiempo hacia Dios; el camino ya está dado, si realmente el pensamiento
cristiano resulta estar enmarcado dentro de una convicción y conversión, y no
sencillamente desde una religión.
Todo
diseño de política pública, y más la educativa, requiere ver el ser humano
completo, ver un ser que trasciende desde el espíritu relacionándose con su
Creador, que cuenta con la capacidad en su alma de formarse en buenas obras o
virtudes, y que se desarrollará físicamente de manera apropiada; si ello es
vital en cualquier ser humano, en personas privadas de la libertad y en el
entorno que lo rodea como lo es su familia (Abaunza Forero, Paredes Alvarez, Bustos Benítez, & Mendoza Mólina,
2016)
puede significar el éxito o el fracaso en los procesos de reintegración social,
esto se mostró con éxito desde la misma escena de la cruz en el calvario,
cuando Jesús en reconocimiento a ese ser humano trial, le dice al condenado a
muerte: “Te aseguro que hoy estarás
conmigo en el paraíso” Lucas 23: 43, no le está hablando a su cuerpo, ya va
morir; no le está hablando a su alma, la cual no precisa de las mejores
virtudes posibles (por algo estaba privado de su libertad y condenado a
muerte); sino que le está hablando a su espíritu; ese reo reconoció que no
estaba al lado de un santo que hacía buenas obras, estaba al lado del Único que
le permitiría nacer de nuevo para la eternidad aunque en minutos fuera a morir.
La
visión trial del ser humano es necesaria en el pensamiento cristiano como fundamento
de las políticas públicas, pero requiere que recupere su vigor en escenarios
educativos, es una cuestión de vida o muerte para cada persona, es
particularmente urgente y relevante en la educación; y en entornos como los
sistemas penitenciarios y carcelarios puede significar, como diría Lucado (2007)
un desfile a la esperanza o a la perdida de ella. Una antropología filosófica
trial como la planteada comienza con Dios y termina con vida, y tiene como
fundamento transversal el amor eterno, el que todos los seres humanos
necesitamos y cuya solución se da solamente en Él que se dió, en Él que amó, en
Él que podemos creer por fe para que habite en el último pero primer componente
del ser humano, su espíritu, el núcleo de su existencia, para que así realmente
trascendamos por la eternidad, y que se resume en las palabras que el propio
Jesús le dio a Nicodemo, y nos da a todos: “Pues
Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en
él no se pierda, sino que tenga vida eterna.” Juan 3:16.
Desarrollado por: Giovanny Paredes Alvarez –CEO -Nabi Consulting-
[1] Los textos bíblicos en español para
esta entrada son tomados de la Santa Biblia Nueva Traducción Viviente. Los
subrayados que se presentan son propios y no de la versión, buscando resaltar
algo del mismo escrito.
[2] Se trascribe la conversación con el
ánimo de respaldar aún más la propuesta de la presente entrada.
[3] La palabra que aquí se utiliza
también se encuentra en el griego como “de lo alto”. Los ejemplares más
antiguos de los libros del Nuevo Testamento fueron escritos en griego, por eso
los estudiosos de palabras griegas dan significado del significado de los
pasajes de ese libro.
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