Vivir
de acuerdo al judaísmo no es fácil; los mandamientos y los preceptos exigen
cumplimiento, estudio, reflexión y profundidad. La mayoría se refieren a las
leyes del quehacer diario, el amor al prójimo, el poder ayudar al otro, el
confortar a los deudos, el poder visitar a los enfermos, el poder ayudar a los
menesterosos, a la viuda, al huérfano, a todo aquel que necesita un abrazo, una
mano; a todo aquel que está en desdicha y en sufrimiento: exigen la obediencia
y el cumplimiento. La ética en el judaísmo no es simplemente no harás el mal a
otro.
La ética para un judío implica más allá de no hacer el mal, una búsqueda activa y constante de hacer el bien, no basta con quedarse en casa sin hacer el mal a nadie o simplemente viviendo las vidas sin meterse en la vida de los demás; sino exige: salir a buscar aquellos que necesitan, salir a salvar aquellos que ocupan la salvación, buscar hacer el bien, busca hacer la felicidad ante los ojos de Dios, y la felicidad de los hombres es la felicidad de Dios. Los principios básicos del judaísmo son tres: Dios, la Torah, (es la ley de Dios al pueblo) e Israel, pueblo y tierra.
Cuando
se habla de Dios en el concepto judaico se parte de la base de que la vida del
hombre no le pertenece depende de quien se la ha dado, y este ha sido el
creador Dios Todopoderoso. Desde este punto de vista el hombre no es el dueño
del mundo, ni el hombre posee el sentido total que está más allá de él y de sus
conocimientos. El maravilloso designio que se manifiesta a través del cosmos y
de la naturaleza con el reflejo de que algo o alguien superior, creador
todopoderoso que mantiene un orden en este universo infinito hace a los hombres
más pequeños y más finitos en su existir diario. Creer en Dios significa la
insuficiencia, reconociendo éstas, y las limitaciones de los humanos; creer en
Dios implica los misterios de la existencia, porque tal vez, se podría no haber
existido; creer en Dios implica que el mundo tiene un sentido y tiene un
propósito; creer en Dios significa que se debe realizar ese sentido y vivir
para aplicar el propósito encomendado que sería dedicando la existencia a la
tarea creadora de mejorar el mundo que ha sido confiado por Dios por ser los
continuadores de aquellos que seguimos después de que Dios creo el mundo en 6
días después de la creación.
Para
ello hay varios conceptos básicos que hay considerar: En primer lugar, para el
judaísmo todos los hombres son iguales como creadores por la voluntad divina.
En segundo lugar, cada uno sin embargo, es un ser especial y distinto en el
programa del proceso del universo dado por el todopoderoso. En tercer lugar,
cada ser humano fue creado a imagen y semejanza de Dios y cada uno debe por lo
tanto, vivir de acuerdo para no desmentir esta imagen. Y por último, el concepto de santificación, santificación es la realización de
la existencia de uno, dice el texto de la Torah en el Pentateuco
"consagrados seréis, ante mi, porque yo soy vuestro Dios y soy un Dios
santo", cada uno debe por lo tanto, hacer lo mejor que está a su alcance
para realizar esta santidad y esta consagración de su vida y sus familiares en
su existencia, al cumplir con el proyecto de ayudar a Dios a mejorar y lograr
la felicidad en este mundo.
Los
judíos consideran que la Torah es la palabra revelada por Dios a su pueblo y a
toda la humanidad. El primero de los conceptos sobre Dios cobra su sentido con
la declaración de fe del pueblo de Israel, a través de los milenios que dice:
“Oye pueblo de Israel el Señor es nuestro Dios, el Señor es único"; Dios
es único y es Dios y de cada uno, si así lo querréis, la idea de Dios en el
judaísmo está íntimamente relacionada con otras dos: la Torah como la
revelación de su palabra y su voluntad, e Israel como su pueblo que cumple y es
testigo de su palabra y voluntad así como la tierra de Israel, como el lugar
que Dios eligió para hacer su pueblo.
La
Torah es la enseñanza, la tradición entendida como revelación divina, en un
sentido estricto sería el Pentateuco, es decir los cinco libros de Moshe, con
los cuales inicia la historia de la creación del mundo y del pueblo judío y de
toda la humanidad, en una definición más amplia la Torah es aquella que fue
escrita por Moisés a través de una revelación divina de un sentido
esencialmente espiritual entregado por Dios. Los principios, los mandamientos y
los valores contenidos en el texto de la palabra son la parte esencial del ser
judío, y estos no son simplemente de propiedad judía, fueron dados para ser
entregados a toda la humanidad; aquel que quiera acercarse, dice el texto
bienvenido sea. Los principios serían los valores eternos, la idea del amor a
la justicia y a los hombres, la idea de la oración como comunión del hombre con
Dios y todo en conjunto como una manera de amor a Dios, de servicio hacia Dios
y hacia el prójimo y andar humildemente en sus caminos para la realización de
la santidad de un individuo y de todo el pueblo.
Retomando
un poco más de historia, es importante mencionar que la homogeneidad de la vida
judía en Europa comenzó a desintegrarse lentamente en los siglos XVII y XVIII,
cuando los mercaderes y banqueros acaudalados se mezclaron con la sociedad
gentil y adoptaron su estilo de vida a la de sus relaciones no judías. Pero los
movimientos religiosos populares, como el sabateanismo y el jasidismo,
representaron un desafío más insidioso y sin duda más extenso para los valores
tradicionales. La ilustración europea, que puso en tela de juicio la relación
hasta entonces aceptada entre Iglesia y Estado, y que finalmente llevó a la
emancipación política de los judíos, también tuvo un efecto profundo sobre las
costumbres judías y la integración social se hizo gradualmente más aceptable
tanto para los judíos como para los no judíos.
Dado
que durante la mayor parte del siglo XIX la población judía se concentró en los
países que proporcionaban el menor margen para un cambio radical, la
transformación de la vida judía fue lenta. Hacia 1880, no obstante, cuando
comenzó una migración masiva hacia Occidente desde la Unión Soviética y el
Cercano Oriente, se produjo un fuerte contraste entre la vida judía en los
países orientales y occidentales. Con la inmigración en gran escala, se
restauraron temporalmente en los países occidentales los antiguos caracteres de
la vida judía, y a su debido tiempo se repitió el proceso de aculturación, con
el agregado de más variedades de compromisos y reacción. Las sucesivas olas
migratorias, sobre todo desde Europa central durante la época nazi, y desde los
países árabes desde 1948, hizo más complejo aún el panorama.
Con
la eliminación de las restricciones sobre la residencia en muchos países, los
judíos tendieron a conformarse al modelo predominante en el asentamiento. Hay
una cierta tendencia a continuar formando barrios judíos no oficiales, y a
medida que la gente se ha desplazado a los suburbios de las grandes ciudades,
han ido creciendo nuevas zonas de alta densidad de población judía con sus
propios negocios y centros religiosos. En la mayoría de los países una o dos
ciudades concentran la más alta proporción de la población judía, aunque en una
zona más amplia se hallen dispersas comunidades menores y familias aisladas. En
Israel se da un caso excepcional: a partir de la migración masiva, los judíos
se instalaron por todo el país en pueblos y ciudades, muchos de ellos nuevos,
la mayoría de ellos exclusivamente judíos.
La
especialización económica del gueto dio paso a una gran diversidad. Aunque en
algunos lugares, por la fuerza de la tradición o de las circunstancias locales,
los judíos fueron prominentes en la banca, el comercio y la industria, y siguen
siéndolo, hoy en día se los encuentra en toda clase de ocupaciones.
Todo
esto muestra que es absolutamente cierto que la Cuestión Judía, es decir la
cuestión histórica de la constante persecución de los judíos bajo las más
diversas formaciones económico-sociales y regímenes políticos a lo largo de la
historia y el enigma de su supervivencia, no puede ser explicada abstraída y
divorciada de la historia, estudiada "como tal", en forma
suprahistórica.
Si
dejamos de lado las explicaciones teológicas que ven la tenaz supervivencia del
pueblo judío como la voluntad de Dios, la única aproximación científica y
metodológicamente correcta al problema es aquella ya adoptada por mi poco
admirado Marx en su temprana controversia con Bruno Bauer: "El pueblo
judío se conservó y se desarrolló a través de la historia, en y con la
historia", y no "a pesar de la historia”.
De
estos primeros escritos, lo que debe ser comprendido y desarrollado es
principalmente el punto metodológicamente avanzado: que es un error idealista a
la Bauer "explicar a los judíos reales por la religión judía en vez de
explicar el misterio de la religión judía a partir de los judíos reales”. Marx
no deja de observar la dimensión religiosa y cultural de la cuestión: "De
ninguna manera se negó, como pretende Herr Bauer, que la Cuestión Judía es
también una cuestión religiosa. Por el contrario, se demostró que Herr Bauer
sólo logra comprender la esencia religiosa del Pueblo Judío pero no la base
secular, real, de esa esencia religiosa".
El
entorno histórico natural del pueblo-clase judío fue el pre-capitalismo. Este
grupo social de comerciantes y usureros, de portadores de valor de cambio,
proliferó en los poros de las sociedades precapitalistas basadas en economías
naturales orientadas al valor de uso. Esta contradicción hizo a los judíos
objeto del odio social y víctimas de recurrentes olas de represión. El
Capitalismo moderno destruye la base secular del pueblo judío. Lo que sigue, es
asimilación o destrucción, como lo ha probado la moderna barbarie antisemita
del nazismo.
El
punto final de esta reflexión en estas tres entradas que hemos tenido en el blog, siendo está la última, es en parte la concepción de la
acción social, definida por Parsons como “la conducta humana individual o
colectiva, consciente o inconsciente”, del pueblo judío que integra los niveles
biológicos, psicológicos, sociológicos y culturales.
La
odisea a través de los siglos deja lecciones históricas sobre las tendencias
futuras: los problemas de identidad son más agudos en las comunidades pequeñas
que en las grandes, pero los principios claros y la convicción espiritual, le
permiten mantener aún lejos de una nación, la identidad original y la esencia
de su creación, por medio de acciones humanas que hacen interactuar a los
sujetos por medio de enlaces simbólicos. Las acciones sociales permiten
trascender la subjetividad que orienta el desarrollo y que se convierte en ese
hilo invisible que une los tiempos de los pueblos.
Las
naciones que sufren un declive general de sus creencias, tienden a considerarse
perdidas. La relación existente entre sociedad, creencias, cultura y economía
determinan el comportamiento que finalmente tendrán en su libre desarrollo.
Esta
libertad es una ganancia inducida, para el individuo judío, pero despierta
temores acerca de la supervivencia de los judíos como grupo, de su religión y
su cultura. Si se trata de una cuestión de elegir tajantemente entre la supervivencia
bajo condiciones de opresión, o la libertad que conduce a la disolución, se
presentaría un conflicto de intereses entre el individuo y el grupo. Pero las alternativas
no son tan simples. Es verdad que algunas
comunidades judías han desaparecido por la asimilación, pero otras han sido
eliminadas por matanzas o conversiones forzosas. La subordinación por si misma
no garantiza la supervivencia social, cultural o económica.
Los
judíos para continuar en su odisea histórica, requieren estar exentos de toda
coerción y de presiones que les obligue a abandonar su herencia, por intereses
distintos a su uniformidad. Esta presión a lo largo de los siglos es la que ha
hecho más daño a la continuidad de la identidad y la cultura judía, bajo
condiciones de aparente libertad; donde se tolera a las minorías y se les
permite ser ellas mismas, pudiendo sobrevivir en condiciones libres o
restringidas: esta es la única lección clara que se puede extraer de la
experiencia del desarrollo histórico y doctrinal judío.
Desarrollado por: Giovanny Paredes Alvarez –CEO -Nabi Consulting-
No hay comentarios:
Publicar un comentario