jueves, 13 de septiembre de 2012

El Papel de la Educación en el Desarrollo del Capital Social

Los sistemas educativos de los Estados afrontan una especie de paradoja, derivada de dos tendencias en aparariencia contradictorias. Una, el ingreso de la aldea global (Mc Luhan M, 1985: 45). Otra, la nueva valoración de la vida local. La globalización de los mercados y la “convergencia tecnológica”  (Nelson y Wright, 1992) fuerzan a que los individuos desarrollen competencias universales. Ellas son, hasta cierto punto, indiferentes a espacios o a tiempos particulares. Provienen de los requerimientos científico – técnicos contemporáneos que hoy anulan las antiguas ventajas comparativas. Configuran una especie de ciudadanía universal, ya no inducida por la religión o por la ideología, sino por la racionalidad instrumental. Racionalidad que, sin embargo, es el mito por excelencia en el mundo contemporáneo (Alexander, J. 1991: 283-309). A tal educación abierta apuntan la extensión y velocidad de los medios de comunicación y redes internacionales de información.
Por otra parte, la crisis de legitimidad de los Estados por la carencia valores, normas compartidas entre los miembros de la sociedad, y la destrucción de los discursos del poder, somete a grandes dudas a una educación basada en solo  racionalidad instrumental. A partir de una valoración del mundo, de la vida y de la confianza, muchos reclamamos una educación de calidad fundada en valores.
 
Entre ideales universalistas y locales, los sistemas de educación experimentan una crisis de calidad en los valores. La crisis es más aguda de lo que se podría pensar, pues desde el preescolar hasta la universidad han dejado de ser autosuficientes, como eran antes de la revolución científico – técnica, para ser mecanismo en un engranaje más complejo de reproducción de la misma sociedad. Así, las políticas de los Estados deben atender al mismo tiempo dos impulsos que parecen contrapuestos: integrar a los ciudadanos a redes cada vez más internacionales, concediendo mayor autonomía a los individuos bajo valores relativos, o construir comunidades locales bajo valores universales.
Esta construcción hace que se extienda a los sistemas nacionales de calidad y se hable de la necesidad de una reforma educativa, pero nos preguntamos, luego de trabajar varios años dentro del sector educativo: ¿La calidad en la educación debe responder a exigencias universales o aun estatales o nacionales? Y si es así, ¿a cuáles?; de igual forma, ¿La educación permite formar el capital social de un Estado? Y si esto ocurre, ¿cómo?, ¿con qué calidad?. O, por el contrario, ¿El sistema educativo debe limitarse a registrar saberes y competencias producidas en contextos diferentes, bajo el supuesto que ellas tienen alta calidad?. Dado que el capital social es “un conjunto de valores informales o normas compartidas entre miembros de un grupo que permite la cooperación entre ellos mismos”  (Francis Fukuyama), tal acto oscila entre el universalismo de la racionalidad instrumental y los particularismos de las preferencias locales, con sesgos subjetivos. Esto lleva a mostrar la importancia de la educación como formadora y transformadora del comportamiento social de las personas, a través de esquemas administrativos y pedagógicos  de calidad que incentiven la confianza como producto clave de las normas sociales cooperativas que constituyen el capital social.
Colombia inicio en 1990 un sistema de evaluación nacional de la calidad de la educación. No obstante, el deterioro en los valores de la última década permite evidenciar que Colombia no pasó por procesos sociales de interiorización de una ética férreamente concebida, como el que desplegaron los protestantes en los siglos XVII y XVIII en Inglaterra, Holanda y Alemania; donde ni su constitución ni su sistema legal surgieron de la soberanía del pueblo, sino que reflejaron sistemas políticos muy centralizados justificados en la unión de la Nación –Unión que debía ser en principios y valores – y no en el pueblo.
De acuerdo con el profesor de la Universidad de California Phillip Gorski, el calvinismo promovió la disciplina social en tres niveles: primero, internalizó una ética de autodisciplina en los creyentes como individuos; segundo, invento una serie de estrategias institucionales para mantener la disciplina colectiva dentro de la iglesia; y tercero, promovio reformas sociales dirigidas a incrementar la disciplina social. Cuando tales movimientos se aliaron con elites políticas en auge, particularmente con los Burgos urbanos y con las monarquías en proceso de centralización, el resultado fue una profunda transformación de la vida social e institucional, una revolución disciplinaria con efectos muy extendidos en la formación del Estado.
El desarrollo económico se da en el marco de las instituciones que lo regulen. El Gobierno, el sistema de ley, y las llamadas normas informales que se derivan de la cultura y de la religión, todos contribuyen a la acumulación de capital o a frenarla. Nabi Consulting expondrá durante varias entradas en nuestro blog, cómo el sistema educativo en Colombia debe ser estructurado bajo concepciones de calidad que permitan la formación y transformación del comportamiento de las personas como papel central en la construcción del capital social en la Nación.

2 comentarios:

  1. Los propósitos trazados para la educación, no puede estar asociada solo con mejores ingresos o más productividad, debe estar relacionado directamente con mejorar la calidad de vida, tanto individual como social, y concentrado en la formación del capital social de la Nación.

    ResponderEliminar