miércoles, 29 de agosto de 2012

Principios Esenciales para Crear y Transferir Conocimiento

Cada día como consultor existen delante de mis ojos desafíos que enfrentó con total determinación, la complejidad de las diversas situaciones se vuelve tan apasionante que la creación y la transferencia del conocimiento no es una rutina obligada sino un deber y un derecho que como consultores nos damos.
 
 
Sin embargo, cuando tuve la oportunidad de tomar un módulo de “creación y transferencia del conocimiento”, me llevo a diversos escenarios donde me muevo, pero sobre todo a uno en particular que se ha convertido en un gran desafío cargado de enorme placer: mi familia.


Era el año 2005, cuando decidí contraer matrimonio con una mujer espectacular…bueno ¡ella también decidió lo mismo!, allí comenzó una de las mejores etapas de nuestras vidas. Tres años después, nació nuestro primer hijo, quién se convertirá en el centro de éste ensayo en unos minutos, él ha sido un gran gozo llenando nuestro hogar de alegría pero también el mayor desafío que como padres enfrentamos para crear y transferir conocimiento tanto en él como en nosotros.
 
Como nuevos padres, podríamos pensar que estamos recibiendo el pago justo, y merecemos que nuestro hijo nos pueda poner los nervios de punta; debido a que la tranquilidad y complacencia no son del todo el modelo mental de nuestro pequeño, sino que el ser desafiante comenzó desde el mismo vientre de su madre y es ahora parte del día a día. Pero el lector se preguntará ¿por qué escoger hablar de un niño en un blog de adultos?, ¿por qué sí estamos hablando de consultoría empresarial, nos sumergimos en un entorno familiar?, y sobre todo, ¿qué tiene que ver la historia de un niño en la creación y transferencia de conocimiento indispensable en la consultoría empresarial?. Pues la respuesta tiene tanta complejidad como sencillez y está relacionada con una palabra clave: Desarrollo.
 
Paralelo al nacimiento de nuestro primogénito, el mismo año que nació, se generó un cambio dramático en mi carrera profesional. A los ocho meses de haber nacido nuestro hijo, la empresa donde trabajaba consideraba que aunque obtuviera una evaluación de desempeño inicial de 4.7/5.0 no cumplía con las competencias del cargo y por lo tanto debía irme. La decisión de dejar un trabajo con proyección generó gran preocupación pero a su vez gran esperanza. Preocupación porque comenzaron a pasar las semanas, los meses y la anhelada “seguridad laboral” no llegaba, y esperanza porque cuando Juan dio sus primeros pasos, me di cuenta que quería ver y participar en el desarrollo de mi hijo en todas sus etapas de forma cercana y por lo tanto, decidí dejar de buscar un empleo con “seguridad” para crear una empresa en asesoría y consultoría para el desarrollo de las instituciones llamada Nabi Consulting.
 
 
Con toda franqueza, me preguntaba si lo iba a lograr y si alguna vez tendría clientes que me buscarán. Afortunadamente, ese mismo año comencé, de forma paralela, una pasión que tenía desde la universidad y fue mi carrera como docente, la cual ya completa más de tres años. Es una pasión porque tiene que ver con el desarrollo de personas y como bien lo dice el profesor Roque J. Alfonso Sánchez en su blog[1]: “El Consultor se va consolidando, crece a medida que enseña, porque cuanto más enseña, más aprende.” Ser docente se ha convertido en el complemento perfecto para la labor de consultoría.
 
Han pasado un par de años desde la creación de una empresa que transfiere conocimiento a las instituciones y también la labor docente cumple unos años, pero a su vez llevamos adelante el mejor desafío, el desarrollo de nuestros hijos.
 
Desarrollar hijos puede ser una tarea difícil, como lo es desarrollar personas en un aula de clase o desarrollar empresas; pero aunque todas tienen sus desafíos la primera tiene trascendencia eterna. El desarrollar en cualquier escenario lleva a dar respuesta a cambios planeados o no, con complejas pero prácticas estrategias pedagógicas que logren transferir de manera adecuada creencias, actitudes, valores y estructuras mentales a las personas, a las empresas y a nosotros mismos para que podamos adaptar mejor a los diversos cambios que el mundo plantea a las organizaciones y a las personas que las conformamos.
 
En ese desarrollo que como padres enfrentamos, se presentan escenarios donde el centro de esa creación y transferencia de conocimiento se da en nuestros hijos, creando con ellos y transfiriendo las creencias, actitudes, valores, etc., necesarios para que puedan enfrentar mejor los cambios que el mundo plantea; lo cual se vuelve especialmente complejo, cuando enfrentamos una cultura que batalla con fuerza en contra de los padres queriendo ganar el corazón y la mente de nuestros hijos para determinar en ellos lo que se suponen deben ser. Desarrollarlos en el siglo XXI requiere la sabiduría que tenía Salomón pero también la determinación de un deportista de alto rendimiento que no desfallece ante los obstáculos que se presenten.
 
 
Es indudable que vivimos en un mundo de cambios rápidos y acelerados que tienen lugar en los diversos aspectos de la sociedad, incluyendo las empresas y las familias. En ese mundo cada uno de nosotros se encuentra involucrado, bien sea de manera activa o pasiva, y por consiguiente el efecto de la cultura con los cambios que se presentan son una realidad que debemos enfrentar como empresarios pero también como padres. La forma de enfrentar esos cambios que tenemos es mediante un “plan de juego” donde encontremos soluciones ante los desafíos internos o externos que impulsan los cambios.
 
En un mundo cambiante, donde existen diversas fuerzas que originan cambios tanto dentro como fuera de las empresas y de las familias, los empresarios y los padres necesitamos dirección confiable que nos permita tener una guía responsable y no lineal para enfrentar los desafíos, pero sabiendo que existen principios universales que por más que existan cambios siguen un orden inalterable.
 
A esto último es lo que nos aferramos para enfrentar cambios que se presentan en las organizaciones –incluyendo la familia- dentro de su evolución normal, ese el inicio del “plan de juego” consciente que nos permitirá adaptarnos con mayor rapidez.
 
De forma paralela presentaré el “plan de juego” para crear y transferir conocimiento enmarcado en el desarrollo tanto a nivel personal como a nivel empresarial, para ello, utilizaré tres principios que considero inalterables y esenciales en el desarrollo que son: el Amor, la Confianza y la Adaptación. Si logro entender y hacer entender la forma apropiada de su aplicación, es muy probable que como padres y empresarios generemos relaciones saludables y duraderas con nuestros hijos, clientes, proveedores, colaboradores, etc., a pesar de los errores y de los defectos inevitables que podamos cometer.
 
El primer gran principio que permite la creación y la transferencia del conocimiento para el buen desarrollo de las organizaciones es el Amor. Una palabra de cuatro letras que se ha desgastado por nuestra culpa… ésta mañana por ejemplo, la utilice para decirle a mi hija de un año lo que siento por ella y un rato después para hablar del café que me estaba tomando; no podría ser más contradictorio y de emociones tan diferentes. El uso excesivo de la palabra en el lenguaje cotidiano ha hecho que cada vez tenga menos fuerza y esto en la relación en consultoría ha tenido sus consecuencias.
 
Cuando uno observa la literatura antigua, se emplea un gran arsenal para describir el amor, pero el que se usa en la Tora por el patriarca Moisés es realmente conmovedor  y muestra lo que representa ese amor. Él le dice a sus seguidores: “Sin embargo, él se encariñó con tus antepasados y los amó; y a ti, que eres su descendencia, te eligió de entre todos los pueblos, como lo vemos hoy” (Deuteronomio 10:15 NVI), lo que se trasmitió fue “El Señor se ata (hasaq) a su pueblo", la palabra Hasaq[2] alude a un amor amarrado, que se liga a algo o alguien. Esto enseguida me hace trasportarme a los dos escenarios predilectos de mi vida: mi familia y mi empresa. En el primero me hace pensar en mi pequeño e inquieto niño de cuatro años que mientras escribo mi esposa le da creo la decima quinta advertencia de no meter las manos en el fuego, ¿por qué le hace la advertencia?, sencillo porque lo ama, ese amor busca el bien del otro no el propio, es más una decisión que cuestión de afecto. El segundo escenario es mi empresa y es claro que los mejores éxitos que se han conseguido hasta el momento, es cuando hemos decidido olvidarnos de lo que vamos a recibir y nos hemos enfocado en lo que vamos a dar, ah! Porque el amor es una acción de dar no un sentimiento de recibir, es un ejercicio de la voluntad… en otras palabras, para efectuar un gran desarrollo que permita una adecuada creación y transferencia de conocimiento se debe estar en la posición universal de amar al otro: a nuestros hijos, a nuestros clientes, a nuestros proveedores, a nuestros maestros, a nuestros alumnos, en fin a todos los que nos rodean; sólo con ésta sencilla condición daremos lo mejor que podamos dar para el beneficio del otro.
 
 
El segundo principio esencial es la Confianza. Todo lo creado funciona para inspirar confianza, es decir, cuando le compró un juguete a mi hijo tanto él como yo esperamos que funcione, busco llegar a tiempo a las citas porque confió en lo que la otra persona lo hará, o sea, que llegará también a tiempo. Por ello, para generar un desarrollo significativo en nuestras relaciones la confianza es esencial porque permite la construcción de amistades duraderas, sociedades exitosas, negocios adecuados, equipos eficientes y familias transparentes. La Confianza es un factor esencial del desarrollo, cuando logramos que confíen en nosotros la creación y transferencia de conocimiento se vuelve dinámica porque sin importar si lo que se da y recibe es poco o mucho, se encuentra una gran congruencia entre lo que se dice y hace.
 
En esto último viene un recuerdo con mi amado hijo que marco en la relación de ambos la esencia de la confianza, y es cumplir lo que se promete. Salíamos una noche para un famoso restaurante  y el venía golpeando sin motivo alguno a otros niños, esa noche la condición para salir fue que por ningún motivo él haría esto, si ocurría tendría dos sanciones –el lector pensará que soy un conductista total pero es que estoy convencido que todo tiene una efecto- la primera nos hiriamos del restaurante y no podría jugar en el parque que tanto le gusta, y lo segundo que inevitablemente recibiría un castigo en casa. El tiempo pasaba y su comportamiento era ejemplar, sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos se acerco a una hermosa niña crespa, me volteó a mirar con total desafío- como quien prueba a alguien para ver si lo que dijo es cierto- y le mando un puño directo a su cara, obviamente la niña enseguida lloró, sus padres se enfurecieron y debo confesar que mi corazón se dolió, pero era un punto de quiebre. Me acerque con todo el amor de un padre a un hijo le coloque sus zapatos, le recordé lo que le había prometido y comenzamos a retirarnos del parque. En medio de un silencio total en el carro, mi hijo me decía cuanto me amaba y que por ello, debía olvidar lo ocurrido, pero no fue así cuando llegamos recibió el castigo que le había mencionado previamente, la verdad no sé a quién le dolió más si a él o a mí, porque mientras lloraba, a solas yo hacía lo mismo. Pero a partir de ese día Juan entendió que su papá tanto para un castigo como para llevarlo a un parque o comprar un juguete, si lo dijo lo hará, lo que le dio a mi palabra valor ante él y por consiguiente una confianza total.
 
En todas las relaciones las columnas de confianza se edifican piedra sobre piedra, y como para crear y transferir conocimiento se requiere mínimo de dos, el proceso será más fácil y agradable si se fundamenta en el segundo principio universal, la Confianza.
 
El tercer principio esencial es la Adaptación sobre todo en la medida que tenemos la tendencia de crear sistemas de conocimiento cada vez más complejos. Indudablemente en nuestras organizaciones –incluyendo la familia- y en nosotros mismos, resulta de vital importancia la adaptación. Un término utilizado por Piaget para definir la manera cómo las personas manejamos nueva información, lo que implica tanto la asimilación de la misma dentro de nuestros modelos mentales, como la acomodación para incluir el nuevo conocimiento en nuestra propia estructura de pensamiento, que posteriormente nos permitirá transferirlo.
 
 
He observado lo anterior en dos situaciones: cuando Juan descubre la forma de armar un nuevo rompecabezas, sucede un proceso mental tan complejo que ni él ni yo entendemos cómo ocurre, pero se da; así mismo, cuando en el Jardín comienza a asimilar y acomodar la información que recibe de su maestra, compañeros y entorno en general, y comienza a generar creatividad, motivación e interacción social, se da un procesamiento de información que le permite una adaptación real a diversas situaciones. El otro escenario es con empresarios a los cuales se les está trasmitiendo un proceso de consultoría, cuando es entendido, se recordará y utilizará de manera consciente en los procesos mentales propios con una alta probabilidad de incrementar las soluciones planteadas. La Adaptación es esencial como medio valioso para evaluar el desarrollo de los procesos cognitivos que se generan al crear, recibir y transferir conocimiento, exigiéndonos como consultores observar nuestros propios modelos mentales pero sobre todo adaptándonos al de nuestros clientes.
 
Cierro diciendo con convicción que siento una profunda satisfacción el haber decidido retomar el trabajo en el blog, porque desde aquí se puede cambiar de perspectiva, y lo evidenciaré al estar enfrente de un grupo de estudiantes mostrándoles la importancia de lo aprendido y de lo aprendo de ellos. También ahora veo a mis hijos con la convicción y la responsabilidad de construir con ellos un marco mental diferente que se enmarque en la web 3.0, pero sabiendo que para crear y transferir conocimiento el principio esencial  y que he visto funcionar es el Amor, definitivamente las Sagradas Escrituras tienen razón cuando dicen: “Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso.” (1 Corintios 13:1-3 NVI)

[1] Mencionado en “Ensayo de Roosvelt” del miércoles 20 de enero de 2010 en el blog: http://conocimientocrearytransferir.blogspot.com/2010/01/ensayo-de-roosvelt.html#comments
[2] John S. Feinberg, gen. Ed., No One Like Him: The Doctrine of God (Wheaton, IL: Crossway Books, 2001) p. 349

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