martes, 27 de febrero de 2018

Practicando activamente con los sentimientos

Tras haber sido formado académicamente tanto en pregrado como en posgrados, y haber ganado experiencia por trabajar en diversos desarrollos con clientes, como consultor estoy viviendo una etapa donde la búsqueda y mantenimiento de clientes es parte de la rutina estratégica y diaria. Paralelamente, el cumplir estar felizmente casado y tener dos hijos, me ha llenado de alegría pero también me viene haciendo esforzarme principalmente en desarrollar mejores canales de comunicación. Sin embargo, debo confesar que, aunque busco tomar en mi vida decisiones conscientes,  los diversos escenarios donde me muevo y las circunstancias coyunturales que estoy viviendo en el momento que escribo esta entrada, se han convertido en desafíos cargados de enorme placer, principalmente en dos lugares donde vengo practicando activamente con los sentimientos: la familia y la empresa.



El primer escenario: la familia, inicia cuando en el año 2005, decidí contraer matrimonio con una mujer espectacular…bueno ¡ella también decidió lo mismo!, allí comenzó una de las mejores etapas de nuestras vidas. Tres años después, nació nuestro primer hijo, quién es uno de los protagonistas centrales de esta entrada, él ha sido un gran gozo llenando nuestro hogar de alegría pero también el mayor desafío que como padres enfrentamos para lograr desarrollar la capacidad de participar en sus sentimientos o ideas, en otras palabras en lograr Empatía.

Indudablemente como nuevos padres, podríamos pensar que estamos recibiendo el pago justo, como hijos nos quejábamos que nuestros padres “no nos entendían” y aunque parezca increíblemente natural nuestro pequeño, siente que no lo entendemos. Pero el lector se preguntará ¿por qué escoger hablar de un niño en una empresa de adultos?, ¿por qué sí estamos hablando de consultoría empresarial, nos sumergimos en un entorno familiar?, y sobre todo, ¿qué tiene que ver la historia de un niño con el protocolo y la comunicación de los consultores?. Pues la respuesta tiene tanta complejidad como sencillez y está relacionada con dos palabras claves: Competencias comunicativas.

La consultoría, como la veo yo, es un proceso de comunicación interpersonal en el que saber utilizar correctamente el lenguaje, facilita el entendimiento y ayuda a validar los sentimientos del otro. ¡Vaya tarea difícil con un pequeño!, que quiere manifestar lo que siente y que como padres lo entendamos. Desarrollar hijos puede ser una tarea difícil, como lo es desarrollar personas en un aula de clase o desarrollar empresas; pero aunque todas tienen sus desafíos la primera tiene trascendencia eterna.

El desarrollar en cualquier escenario lleva a dar respuesta a cambios planeados o no, con complejas pero prácticas estrategias pedagógicas que logren comunicar de manera adecuada creencias, actitudes, valores y estructuras mentales a las personas, a las empresas y a nosotros mismos para que podamos adaptar mejor a los diversos cambios que el mundo plantea a las organizaciones y a las personas que las conformamos.

En ese desarrollo que como padres enfrentamos, se presentan escenarios donde el centro de las competencias comunicativas se da con nuestros hijos, transfiriendo creencias, actitudes, valores, etc., necesarios para que puedan enfrentar mejor los cambios que el mundo plantea; lo cual se vuelve especialmente complejo, cuando enfrentamos una cultura que batalla con fuerza en contra de los padres queriendo ganar el corazón y la mente de nuestros hijos para determinar en ellos lo que se suponen deben ser. Desarrollarlos en el siglo XXI requiere la sabiduría que tenía Salomón pero también la determinación de un deportista de alto rendimiento que no desfallece ante los obstáculos que se presenten.

Curiosamente, el mundo en la actualidad está lleno de sofisticados sistemas de comunicación, pero desafortunadamente muy poco hemos mejorado en entendernos los unos con otros. El estar aprendiendo el valor de una buena comunicación con nuestros hijos tan temprano me satisface porque me permite entender, como me ocurre al llegar a una empresa, dónde se encuentra en la vida y qué le viene pasando, facilitando descubrir sus fortalezas y apoyarlo en la superación de aquellos aspectos en que requiera mejorar. La aplicación de las competencias comunicativas con nuestros hijos me han permitido aprender, que su desarrollo, al igual que en una empresa, es la mejor manera de influir en ellas.

El otro escenario en que el que se ha venido dando un desarrollo paralelo ha sido en la consultoría empresarial. Ésta aventura comienza un año después del nacimiento de nuestro primogénito, y se genera producto de un cambio dramático en mi carrera profesional. A los ocho meses de haber nacido nuestro hijo, la empresa donde trabajaba consideraba que aunque obtuviera una evaluación de desempeño inicial de 4.7/5.0 no cumplía con las competencias del cargo, básicamente por falta de empatía con el jefe, y por lo tanto debía irme. La decisión de dejar un trabajo con proyección generó gran preocupación pero a su vez gran esperanza. Preocupación porque comenzaron a pasar las semanas, los meses y la anhelada “seguridad laboral” no llegaba, y esperanza porque cuando Juan (el hijo de la historia) dio sus primeros pasos, me di cuenta que quería ver y participar en el desarrollo de mi hijo en todas sus etapas de forma cercana y por lo tanto, decidí dejar de buscar un empleo con “seguridad” para crear una empresa en asesoría y consultoría para el desarrollo de las instituciones llamada Nabi Consulting.

Con toda franqueza, me preguntaba si lo iba a lograr y si alguna vez tendría clientes que me buscarán. Afortunadamente, ese mismo año comencé, de forma paralela, una pasión que tenía desde la universidad y fue mi carrera como docente, la cual la tuve por más de 7 años. Ser empresario ha sido un acto de absoluto coraje, me llevó de pasar de la idea que tenía por años, a la acción, lo cual fue lo más complicado. En ocasiones aunque tenemos visión, nos paralizamos ante los desafíos y las mejores ideas y las más valiosas intensiones se pierden por falta de coraje.

El coraje nos ha llevado a adquirir compromisos, conmigo mismo y con los demás. Conmigo mismo, porque me ha permitido transformar visiones y propósitos en acciones concretas, ante el propio ofrecimiento de ser empresario vino la aceptación, siendo la manera de comprobarme que lo que creía o lo que esperaba para saber si era cierto, era haciéndolo. El compromiso con los demás da mayor valor a nuestra palabra ante las personas, las promesas se han convertido en realidad, lo cual ha convertido a Nabi Consulting en una empresa confiable, algo que activamente se practica, no se dice sino se vive con los sentimientos sinceros.

Desarrollado por: Giovanny Paredes Alvarez –CEO -Nabi Consulting-

No hay comentarios:

Publicar un comentario