En los años 60 y 70’s se miraba como el
sector industrial y de servicios hacia que el sector agrícola creciera, lo
importante era hacer crecer al sector capitalista moderno. Esto hacia que la
prioridad en las políticas publicas no fuera el sector agrícola. Actualmente,
se observa un papel más activo que pasivo de la agricultura donde si este crece
hace que crezca el resto de los sectores de la economía.
La estructura económica de un país se
transforma en el curso de su desarrollo. La población migra de las actividades
de baja productividad en el campo hacia las mejor remuneradas en la construcción,
los servicios y la industria que se concentran en las ciudades. A su vez, la
agricultura y en menor medida la ganadería van adquiriendo una organización
industrial: contratan trabajadores asalariados, arriendan tierras para cultivos
temporales o las adquieren para establecer plantaciones, y se mecanizan, de
acuerdo con las necesidades, los precios relativos y las políticas públicas.
Así como se eleva la
productividad de las actividades urbanas, la atención de los crecientes
mercados y la competencia inducen al sector agropecuario a combinar de mejor
manera los factores productivos, a reducir costos y a elevar también su
productividad.
La
paradoja es que entre más rápido sea el desarrollo y crecimiento agrícola,
menor es su participación del PIB; si la agricultura es prospera y existe alta
población, se incentiva el consumo de bienes de consumo, estimulando un rápido
crecimiento de otros sectores; lo que hace que se subestime a la agricultura a
lo largo del tiempo.
Ahora bien,
la mayor parte de la población en los países en desarrollo basa su sustento en
la agricultura. El crecimiento agrícola y las condiciones que enmarcan la
distribución de sus productos están, por lo tanto, directamente relacionadas
con la población. La agricultura es también importante porque si no se
desarrolla a un ritmo adecuado, puede convertirse en un obstáculo crítico para
el desarrollo industrial y el de otros sectores. Abastece a la población de un
bien salario esencial, los alimentos; también abastece de materias primas a la industria
y, desde otro punto de vista, puede proporcionar el motivo de expansión
industrial al representar un mercado para los bienes industriales.
En los
países industriales, la agricultura absorbe escasamente una porción de la
fuerza de trabajo total, mientras que en los países en desarrollo se dedica a
este sector gran parte de toda la fuerza de trabajo. Sin embargo, el porcentaje
de producto originado en la agricultura es mucho menor, reflejando así el menor
producto por persona empleada en la agricultura, comparada con otros sectores.
Estas diferencias en la productividad son mucho mayores en los países en
desarrollo que en los industriales.
La
baja productividad por trabajador implica que existe una elevada proporción de
producto que es absorbido dentro de la propia agricultura, es decir, de
autoconsumo, dejando así poco excedente para utilizarlo fuera de la
agricultura. En un país pobre en desarrollo, una familia de agricultores
produce alimento suficiente para ella y para dos personas más; en contraste, en
un país industrial, la proporción de fuerza de trabajo necesaria para alimentar
el total de su población es menor.
Para
determinar la contribución de la agricultura al desarrollo económico, es
importante aclarar, la transformación que esté sufre según Timmer, por medio de
etapas de un proceso divido por las siguientes fases:
Las
condiciones del escenario del “despegue” establecen incentivos institucionales,
infraestructura, programas de ciencia y tecnología; es decir, es la creación de
la plataforma para aumentar la productividad del trabajo. En esta etapa la
agricultura tiene una mayor participación en el PIB y su aporte al mismo es
alto; pero la creación de estas condiciones hace que se redistribuya el ingreso
o recursos, y se aumente la productividad de la mano de obra.
Una segunda
etapa, es el escenario “contribución de la agricultura”, donde se
generan las condiciones para generar excedentes, permitiendo mecanismo de
transferencia de recursos financieros por relaciones de precios que harían
posible una oferta mayor; así mismo, por impuestos y mejoramiento de mercados
de factores, estableciendo excedentes financieros que se trasladan a otros
sectores vía ahorro financiero de los agricultores. En cuanto a mano de obra,
el aumento de la productividad hace que se transfiera mano de obra a otros
sectores de la economía, con lo cual se reasigna mano de obra a otras
actividades no agrícolas.
Después, un
tercer escenario sería el de “integración a lo macro”, donde los instrumentos
de política sectorial empiezan a disminuir, haciendo posible y sensible la
agricultura a los macro precios, como la tasa de cambio, política fiscal, etc.;
incidiendo en las condiciones de la agricultura. En este escenario disminuye el
presupuesto de los hogares en los bienes agrícolas, al igual que aumenta la
salida de mano de obra y recursos financieros hacia las actividades no
agrícolas.
Finalmente,
se llega al escenario de una “agricultura en una economía industrial”, siendo
menos su participación del 10% del presupuesto de los hogares que se destinan a
los alimentos, presentando problemas de desempleo y una añoranza por la forma
de vida rural; haciendo que los sindicatos apoyen la creación de subsidios,
buscando contener la salida de la población rural hacia los centros urbanos, buscando
políticas que impidan la libertad del mercado. Esto hace que hayan políticas de
subsidios vía precios (restricción a la competencia internacional que genere la
rentabilidad del sector rural)(precios de garantía para los agricultores para
ciertos niveles de producción) (subsidios a las exportaciones donde el Gobierno
le garantiza la diferencia). También existen dentro de los subsidios las ayudas
directas donde están vinculadas la producción corriente, otros son vinculadas
con los pagos por derechos históricos calculada por la producción que se haya
tenido en periodos pasados; otro se paga por el uso o no uso de ciertos insumos
en la producción.
La
contribución de la agricultura al desarrollo económico, va muy de la mano de la
etapa de transformación en la que se encuentra. La aplicación errada de
política pública genera desarrollos y aportes “amorfos” de la agricultura en la
economía. Así por ejemplo: una política de subsidios se da al tratar de
contener la transición, pero es dañina para los países que están en escenarios
de “despegue”, “contribución” o “integración macro”, debido a que distorsiona
los mercados al restringir las ventajas comparativas de estos países. Los
subsidios buscan impedir la transferencia que haría el mercado presionando la
salida de factores hacia el sector real. La discusión se centra en cual en el
“menú” de subsidios que favorezcan al campesino, pero si producir cosas que no
se requieren. Frente a esto han existido tres tipos de agendas o posiciones de
política publica: una agenda que llama a la libertad de mercado o la política
neoliberal, una agenda de desarrollo adicional o de agricultura integral, y una
tercera agenda que podríamos denominar intermedia al utilizar mecanismos de
mercado para el establecimiento de precio e intervención estatal para facilitar
las condiciones de mercado que permita la creación de los precios.
La
participación de la agricultura en el ingreso nacional tiende a disminuir con
el mayor desarrollo de los países. Sin embargo, el desarrollo económico es
complejo y se caracteriza por múltiples interconexiones entre trabajadores,
territorios y productos. En consecuencia, es muy probable que el progreso
económico y social en las zonas agrícolas tenga repercusiones en otros procesos
productivos y vice-versa, lo que aumenta o reduce el impacto de la expansión de
un sector determinado sobre el ingreso nacional.
La realidad
muestra que la tendencia mundial es la generalización del modelo neoliberal en
el mundo entero, pero acercándose a una intervención estatal que le obligue a
generar las condiciones para la creación de precios, incentivando la
competencia y el desarrollo del mercado; mejorando así mismo, la asignación de
recursos y corrigendo las fallas o distorsiones que se presenten en el mercado.
Esta tendencia es dada, al observarse que la mayor apertura comercial va ligada
al aumento de los ingresos agrícolas y una menor concentración territorial;
beneficiando a los consumidores y productores.
Los avances
que se logren y se realicen en el plano institucional, no deben olvidar que la
eficiencia de las instituciones se da en la medida que reflejen las
preferencias de quienes son beneficiarios de las mismas. Aquí es clave la
descentralización que permita captar mejor las diversas necesidades y
preferencias de los ciudadanos tanto rurales como urbanos que ayudan a
canalizar los bienes públicos específicos necesarios. Una administración más
descentralizada es más adecuada para que la relación sociedad-Estado sea
cercana, conociendo las condiciones locales, permite regular los mercados en
sus transacciones que están en todos los ámbitos, acompañado esto de los
valores que estas mismas instituciones
van generando, con las reglas de juego que generan incentivos hacia la
productividad tanto rural como urbana.
El efecto real
de la contribución de la agricultura en el desarrollo económico, va de la mano
con el desarrollo institucional que se consiga, el aumento de la productividad
y en la asimilación que se haga de la inclusión en los mercados libres del
mundo, donde se debe buscar aumentar la competitividad con un sector público
que genere los mecanismos suficientes para lograrlo y ayude a minimizar las
externalidades negativas como la contaminación en el medio ambiente, la
deforestación, etc. Esa misma inclusión en los mercados internacionales, dentro
de un modelo globalizado debe permitir el apoyo de la comunidad internacional
en la disminución de estas externalidades entre otras, al igual que en la lucha
contra la pobreza y la desnutrición.
El punto final
de esta contribución de la agricultura (o de cualquier otro sector) en el
desarrollo económico, se puede resumir en algo que decía Michael
Porter: “No hay razón para que Colombia no sea una estrella en América Latina.
La pregunta ahora es: ¿tenemos el deseo compartido de serlo?, ¿podemos,
queremos escoger la opción de ser prósperos? No se debe excluir a nadie. Se
debe crear una estructura que les permita a todos sentir que pueden mejorar su
competitividad y hacer una contribución al bienestar común. La construcción de
competitividad no es otra cosa que hacer todo lo que se necesite para aumentar
la productividad del país”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario